El adolescente debe enfrentar un conjunto de
desafíos y tareas en su proceso de convertirse en adulto. Esto le exige optar
en distintos ámbitos de la vida: valores, estudios, amistades, trabajan,
pareja, etc. Las decisiones que tome en esta etapa repercutirán indudablemente
en su porvenir. Las y los adolescentes enfrentan una transición crucial. En sus
vidas. Dejan atrás un cuerpo niño y un mundo justamente “subsidiado” y
predeterminado para ellos por sus adultos cercanos. Tienen que asumir un cuerpo
vigoroso, maduro y fértil. Ahora pueden responsabilizarse de su propia
seguridad y de su salud.1
Han adquirido la capacidad de elegir las
relaciones, los valores y los proyectos que deciden defender, proponer e
impulsar, en busca de un mundo nuevo, posible y deseado. Buscan lograr su
autonomía personal, familiar y ciudadana, sin tener que perder a su familia,
sin dejar de querer, pertenecer y ser queridos.
El curso de vida, ese río imparable e inquieto,
encuentra un nuevo abismo y, en una nueva transición, salta otra vez,
convertido en cascada. La adolescencia representa una transición brusca,
agitada, imaginada, que llena de sorpresa a quienes, en su infancia y niñez,
aprendieron a vivir con guías concretas y aceptando reglas dadas, dedicando
gran parte de su energía a investigar, experimentar y construir conocimientos
básicos.
Durante la adolescencia, las personas se revisan
críticamente a sí mismas y revisan críticamente al mundo que las rodea, en
busca de ideas y principios propios, en busca de planes y proyectos que marquen
un rumbo propio y den una nueva dimensión a su futura vida adulta y ciudadana.
Los cambios que ocurren en la etapa adolescente son
la manifestación viva de un cuerpo que madura y se vuelve fértil; de una
inteligencia a punto de consolidar su autonomía; de capacidades afectivas que
surgen y buscan expresarse en relaciones nuevas; de una inobjetable capacidad
de participar en la sociedad: activa y productivamente.
Ahí, en medio del vértigo que implica la
adolescencia, hay una persona que está a punto de convertirse en adulto. Los
movimientos y cambios que ocurren durante la adolescencia se pueden analizar
desde varios tipos de influencia
1.
INFLUENCIA
PERSONAL
Las adolescentes y los adolescentes descubren que
su cuerpo cambia con rapidez. Aparece la primera menstruación en las niñas; su
cuerpo crece precipitadamente; los huesos de los brazos se alargan como si
quisieran alcanzar el suelo; las facciones de la cara se hacen más agudas; se
redondean las caderas; crecen los senos y aparece con claridad la cintura. Un
buen día, los niños se descubren en medio de una eyaculación nocturna; su voz
se vuelve ronca; su cara se cubre con barbas o bigotes y, muchas veces, con
espinillas; su talla no deja de aumentar y los músculos de su cuerpo cobran
forma y fortaleza.
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2. INFLUENCIA FAMILIAR.
La plenitud, la fuerza y el intenso movimiento de
cambio y reflexión que caracterizan la vida adolescente ponen a prueba el
equilibrio familiar.2 Por una parte, las madres y los padres tienen que
enfrentarse al hecho de que sus hijos, paulatinamente, están logrando su propia
autonomía. Entonces tienen que imaginar nuevas maneras de relacionarse con ellas
y con ellos, tienen que ajustar algunas de las reglas de la casa y tienen que
elimi nar otras que, ahora, carecen de sentido.
Esta situación se complica pues no todos los padres
están preparados para hacer estos ajustes y cambios, no todos saben cómo
hacerlos, y algunos no están dispuestos a hacerlos. Por su parte, los jóvenes
no siempre tienen la asertividad y la paciencia suficientes para elegir los
momentos de diálogo, para explicar sus deseos, para exponer sus puntos de vista
o para escuchar a sus padres. En esta etapa del curso de vida, las relaciones
entre padres e hijos tienen que replantearse. Los hermanos menores,
acostumbrados tal vez a contar con el tiempo y el apoyo de los grandes, quieren
seguir gozando de su atención. Sin embargo, los hermanos grandes que atraviesan
por la adolescencia no tienen tiempo ni paciencia para dedicarles. En
ocasiones, los hermanos mayores pueden reaccionar con impaciencia ante las
demandas y quejas de sus hermanos menores.
En suma, las relaciones entre hermanos también
suelen replantearse cuando asoma la adolescencia a una familia. Así que, con la
adolescencia, llega un huracán que lo descoloca todo, que produce largos
períodos de incomodidad, algunas veces de incomunicación, o de reclamos, de
desconfianza e incertidumbre. Es un período de ajuste inevitable, intenso y
pasajero.
3. LA INFLUENCIA SOCIAL.
Al llegar a la adolescencia, las jóvenes y los
jóvenes se incorporan con plenitud a la vida social, con toda su belleza,
riesgos y complejidades. Es en la sociedad donde los adolescentes encuentran
motivos para expresarse, para comunicarse, para formular sus más preciadas
preguntas, para jugar y aprender, para diseñar proyectos.
La sociedad es para las y los adolescentes lo mismo
que el aire es para las aves: una fuerza que impulsa y al mismo tiempo
sostiene.
Como todo aprendizaje ocurre por contrastes, las y
los adolescentes enfrentan sus ideas, valores y costumbres a los valores, ideas
y costumbres de otros grupos, de otras familias, de otras culturas diversas. No
es que necesariamente rechacen lo que aprendieron en sus familias, es que
quieren depurarlo, quieren tomar lo mejor que tienen y dejar atrás lo que ya no
responde a lo que necesitan como personas autónomas.
Para las y los adolescentes, la familia tendría que
convertirse, en términos ideales, en una especie de trinchera que les brinde
protección, apoyo y puntos de referencia. Y también en una especie de catapulta
que los impulse, con orgullo y confianza hacia la sociedad abierta.
Desgraciadamente, las familias no siempre cumplen esta doble función de refugio
y proyección. En ocasiones, sin saber cómo responder a las y los adolescentes,
algunas familias luchan por retener o confinar a sus hijos y otras los lanzan a
la calle, de manera prematura.
Para lograr un tránsito armonioso entre el hijo de
familia y el ciudadano autónomo hacen falta interés, voluntad, inteligencia,
creatividad y respeto de todos hacia todos: adolescentes, amigos, hermanos,
padres, parientes, maestros, entrenadores deportivos, promotores sociales, o
asesores artísticos.
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